Todavía es pronto para saber si Aan sobrevivirá, si logrará superar el estado de extrema gravedad en el que se encuentra tras recibir la friolera de 104 perdigonazos, la mayoría de ellos en su cabeza. De forma casi milagrosa, la orangutana sigue viva tras el suceso, ocurrido en la isla de Borneo hace un par de semanas. Además, ha empezado a alimentarse, un claro signo de mejoría que hace albergar esperanzas sobre su recuperación.
Las ganas de vivir esta gran luchadora, que está retando todos los pronósticos, han hecho pensar lo impensable, que pueda sobrevivir al brutal ataque sufrido en una plantación de aceite de palma, donde fue encontrada moribunda.
Todavía se desconoce quién la cosió a tiros pero, por desgracia, este tipo de ataques a orangutanes son frecuentes en Indonesia contra orangutantes que entran en estos cultivos. Por lo tanto, se trata de un caso entre otros muchos, cuya atención mediática se centra en la insólita supervivencia del animal. De otro modo, el de Aan hubiera sido un caso más, completamente anónimo.
Todavía se desconoce quién la cosió a tiros pero, por desgracia, este tipo de ataques a orangutanes son frecuentes en Indonesia contra orangutantes que entran en estos cultivos. Por lo tanto, se trata de un caso entre otros muchos, cuya atención mediática se centra en la insólita supervivencia del animal. De otro modo, el de Aan hubiera sido un caso más, completamente anónimo.
Aunque la especie se encuentra en grave peligro de extinción, los campesinos consideran a los orangutanes una plaga para sus cultivos que, por otra parte, ocupan el espacio de la selva a consecuencia de una deforestación que está dejando a los primates sin hábitat.
Entre las agresiones sufridas por este motivo, la tala ilegal de bosques por industrias madereras y la caza furtiva, la especie está contra las cuerdas. Se calcula que actualmente no hay más de 55.000 orangutaantes vivos en las islas de Borneo y Sumatra y, según denuncia la organización Nature Conservanci, 750 orangutanes han perdido la vida en la isla tan sólo en el último año. A este ritmo, la especie está abocada a la extinción en nada.
Engañar a la muerte
Los intentos por salvar a Aan están dando resultado, y aunque no se quiere decir muy alto, los especialistas creen que ya puede considerársele fuera de peligro. Pero tampoco pueden lanzarse las campanas al vuelo. Pese a haberse extraído, uno a uno, todos los perdigones, 37 en la cabeza y 67 en el resto del cuerpo, su estado es delicadísimo, y podría empeorar en cualquier momento.
Las secuelas, además, serán terribles: ha perdido la vista en un ojo y la audición, por lo que, de salvarse, liberarla sería lo más parecido a volverla a condenar a una muerte en poco tiempo. Lógicamente, tuerta y sorda, poco o nada podría defenderse de los peligros de la vida en libertad. Pero todavía es pronto para pensar en eso, ahora toca cruzar los dedos para esperar que remonte. Luego, todo lo demás.
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