La carabela portuguesa (Physalia physalis) es un hidrozoo que erróneamente se asocia con la familia de las medusas. Su picadura puede provocar intenso dolor, problemas respiratorios e incluso una parada cardiaca. La neurotoxina, secretada por sus tentáculos, tiene una alta toxicidad.
La carabela Portuguesa habita en aguas tropicales, pero, debido a la sobreexplotación pesquera y al cambio climático, este cnidario se avista cada vez con mayor frecuencia en costas del Cantábrico y el Mediterráneo.
El acercamiento de esta especie marina a las playas, las importantes lesiones que puede originar de forma inmediata y a largo plazo y el hecho de que su picadura puede ser motivo de consulta, incluso varios días después de producirse, hace interesante que sea conocida tanto por los profesionales que trabajan en zonas costeras como los que ejercen en zonas de interior.
Presentamos el caso de una mujer de 47 años con lesiones características de la picadura y describimos brevemente el diagnóstico y tratamiento.
Picadura por Carabela Portuguesa, una "medusa" algo especial
La carabela, a diferencia de la medusa, es una colonia de pólipos flotantes, es decir, organismos coloniales, cada uno subespecializado para mantener viva la colonia. Se compone principalmente de una vela gelatinosa, que se encarga del desplazamiento al ser impulsada por el viento, y un cuerpo central con numerosos tentáculos con los que atrapa a sus presas. Estos tentáculos pueden llegar a medir más de 10 metros2 (figura 1).
Observaciones clínicas
Presentamos el caso de una mujer de 47 años sin antecedentes de interés que refiere dolor y prurito intenso en antebrazo, tobillo y muslo izquierdos tras haber sufrido una picadura de medusa hace diez días.
A la exploración observamos lesiones erosivas, exudativas y vesiculosas con disposición lineal "en latigazos" en antebrazo. En tobillo y muslo izquierdos presenta lesiones erosivas lineales de menor tamaño. El tratamiento recibido inicialmente fue lavado de la picadura con agua dulce y hielo local. Al día siguiente, debido a la persistencia de los síntomas, comenzó tratamiento con antihistamínicos orales (cetirizina 10 mg/24h) y analgésicos (paracetamol 1g/8h) sin notar mejoría y con empeoramiento de las lesiones, sobre todo la del antebrazo.
Una semana después, la paciente presenta intensa inflamación en antebrazo con una superficie tensa, brillante, enrojecida y caliente (figura 2). Ante la sospecha de celulitis se decide pautar cloxacilina 500 mg/6h, encontrando una rápida mejoría y quedando la lesión en fase de cicatrización.
La paciente vuelve a consultar a los tres meses por persistencia del queloide y aparición ocasional de eritema perilesional acompañado de leve prurito con el aumento de temperatura y al contacto con agua salada. Se realiza interconsulta al servicio de dermatología desde donde se recomienda una aplicación al día de rosa mosqueta en crema.
Ocho meses después de la picadura la paciente refiere que aún persiste el prurito ocasional con el agua salada y el aumento de temperatura. A la exploración encontramos mejoría de las lesiones, con reducción del queloide y sin eritema perilesional (figura 3).
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