Cuando la plataforma de extracción Deep Water Horizon estalló, derramó entre 680 y 11.600 toneladas diarias de petróleo al mar. Desde el inicio del derrame hasta el 15 de junio de 2010, es decir, en casi dos meses, el derrame acumulado fue de unas 228.000 toneladas. Parte de ese petróleo ha sido absorbido por las bacterias.
Se ha calculado que, en los cinco meses posteriores, al menos 200.000 toneladas de crudo y gas natural fueron consumidas por estas bacterias. Investigadores de la Universidad de Rochester y Texas A&M, en Estados Unidos, midieron el consumo de crudo hecho por las bacterias que habitan el ecosistema marino de forma natural.
Son bacterias que viven en el Golfo de México. Tras comer el crudo y el gas los convierten en dióxido de carbono o lo usan para crecer y reproducirse, según señala John Kessler, profesor del Departamento de Estudios Ambientales y de la Tierra de la Universidad de Rochester y uno de los autores del estudio.
Son bacterias que viven en el Golfo de México. Tras comer el crudo y el gas los convierten en dióxido de carbono o lo usan para crecer y reproducirse, según señala John Kessler, profesor del Departamento de Estudios Ambientales y de la Tierra de la Universidad de Rochester y uno de los autores del estudio.
Estudios anteriores habían señalado que parte del crudo y el gas habían caído a las profundidades del mar. Esa cantidad de petróleo y gas se mantuvo a una profundidad de más de 0,8 kilómetros bajo la superficie. A esa profundidad, las bacterias consumen hidrocarburos a una relativa velocidad. El consumo de crudo por parte de las bacterias se detuvo en setiembre de 2010, cinco meses después de la explosión.
Aún no saben si ello se debe a que se dieron un gran festín y las bacterias quedaron ahítas o si los microorganismos necesitaban un descanso para continuar al cabo. El estudio indica que cerca del 40% de los hidrocarburos vertidos en estas capas permanecían en el Golfo después de setiembre de 2010. El alimento estaba allí, disponible, pero el festín no continuó.
Los dispersantes lanzados por las instituciones que luchaban contra el derrame ayudaron adescomponer el crudo en gotas más pequeñas, con lo que se disolvió más fácilmente y estaba más disponible para la biodegradación. Los dispersantes “cocinaron” el crudo para las bacterias.
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