Kesho y Alf volvieron a verse después de dos años. Hubo apretón de manos, bromas, juegos y abrazos. “Pudimos ver el reconocimiento en sus ojos”, dicen los cuidadores.
Los hermanos habían sido criados juntos en cautiverio mientras vivían en Dublin, Irlanda, pero en 2010 fueron separados para que el mayor, Kesho, se uniera en Londres a un programa especial de alimentación.
Tenía problemas para lograr tener descendencia y los estudios médicos probaron que es infértil. Sin embargo, el hecho de convivir con hembras hizo que su apariencia física cambie radicalmente: subió su nivel de testosterona, su pesó creció 200 libras y tanto su nuca como su cabeza se agrandaron.
A pesar de estas variantes en el aspecto, su hermano Alf -de nueve años- no tuvo problemas en reconocerlo. “Estábamos seguros que se iban a reconocer, pero en el momento en que se encontraron podías verlo en sus ojos”, contó Mark Tye, uno de los cuidadores de los gorilas en la reserva de Wiltshire.
“Estuvieron muy cariñosos en la jaula que temporalmente los separó. 24 horas después los pusimos juntos y fue como si nunca los hubiésemos separado. Estaban de muy buen ánimo y hubo muchos juegos, caídas y rodadas por el piso, pero ninguna agresión”, explicó Tye.
Según declaraciones de los especialistas al diario inglés Mirror, no es habitual que estos machos -conocidos como “Silverback”- tenga este tipo de actitudes infantiles.
“Ellos formaron lazos muy fuertes y Kesho es increíblemente tolerante. Si hubieran sido dos extraños, hubieran tenido muchísimas confrontaciones cara a cara, peleas y gritos. Pero se pueden dar la espalda, lo que es una señal de confianza”, dijo Tye.
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