La Chrysopelea, más comúnmente conocida como la serpiente voladora, pertenece a un género de la familia Colubridae. Estas serpientes son levemente venenosas pero se consideran inocuas para porque su toxicidad no es peligrosa para los seres humanos. Son excelentes planeadoras pudiendo alcanzar la distancia de 100 metros en sus "vuelos".
Su hábitat se concentra principalmente en el sudeste de Asia, en las Islas Melanesia, y la India. Estas serpientes voladoras son capaces de planear mejor que las ardillas voladoras y otros animales planeadores, a pesar de la falta de extremidades o alas.
La Chrysopelea realiza sus particulares vuelos partiendo desde la cima de los arboles. Antes de comenzar su "vuelo" la serpiente adopta una forma similar a una "J". Posteriormente se inclina hacia adelante para determinar el nivel de inclinación del salto, y de esta forma controlar su trayectoria de vuelo y seleccionar una zona de aterrizaje.
Una vez que decide cual es su destino, la serpiente se impulsa hacia adelante y comienza a planear. Mientras su estómago adopta una forma cóncava, la Chrysopelea, realiza un movimiento de ondulación (similar al de una serpentina) continuo en paralelo al suelo lo que ayuda a estabilizar su dirección en el aire para aterrizar con seguridad.
Su habilidad para "volar" ha sido un objeto de interés para muchos biólogos y físicos. Un estudio realizado por la Universidad de Chicago demuestra una correlación entre el tamaño y la capacidad de deslizamiento de estas serpientes, siendo las más pequeñas las que alcanzaron mayores recorridos.
La Chrysopelea es una serpiente diurna y se alimenta de lagartos, ranas, aves y murciélagos.
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