El sufrimiento de los toros

martes, julio 10, 2012


Toro agotado en una corrida en España
A menudo se pueden ver toros y vacas en estas situaciones produciendo gemidos y vocalizaciones similares. Muchos animales que sufren no expresan su sufrimiento de un modo claro como para que lo podemos entender, ya que la expresión de sufrir sólo tiene una función biológica principal cuando hablamos de especies sociales en las que el sufrimiento de un individuo puede ser comunicado a otros, permitiéndoles aprender que situación deben evitar sin tener que sufrir la experiencia ellos mismos. En el caso de los primates, las expresiones faciales informan a otros sobre el sufrimiento ya que la mayor parte de los primates son muy sociales. En el caso del primate humano, el llanto es otro ejemplo de comunicación de sufrimiento. Los bóvidos, el grupo de mamíferos al que el ganado vacuno pertenece, viven en manadas, y por lo tanto sí tienen una vida social, aunque no tan compleja como en primates. Cualquier persona que ha visto una manada de toros en una dehesa se puede dar cuenta de que desarrollan relaciones entre varios individuos (se reconocen, juegan, se pelean, se evitan, se atraen, se buscan, etc.), es decir que no están simplemente comiendo en el mismo lugar. Por lo tanto, también habrá cierta comunicación entre toros y vacas sobre experiencias negativas, y en este caso esta comunicación toma mayoritariamente la forma de vocalizaciones. Los toros que vocalizan durante los espectáculos taurinos no ‘se quejan' sin razón; de hecho llaman a otros toros para decirles que algo ‘malo está pasando aquí’. Esta llamada puede tomar la forma de ‘pedir ayuda', o simplemente 'advertir sobre el peligro', y sólo estudios más detallados pueden descifrar el significado preciso, pero no cabe duda de que este significado se refiere a una situación adversa, y por tanto nos indican también la existencia de sufrimiento (de la misma manera que oír a alguien llorando o gritando en pánico nos lo indica).
El estrés y el agotamiento no solo son causas de sufrimiento en las actividades taurinas donde no se hiere al toro o vaca a propósito, sino que son también elementos claves en las corridas de toros del estilo español y portugués, donde sí se les hiere y se les mata. Por ejemplo, en las corridas de toros portuguesas, en las cuales el torero principal está en un caballo, cada caballo sólo provoca al toro para que le persiga dos o tres veces y es inmediatamente sustituido por un caballo 'fresco' (cada torero va a la corrida con varios caballos), lo que significa que el toro se está cansado mientras el caballo se mantiene descansado. Ocurre lo mismo en las corridas al estilo español con caballos en las que se mata al toro públicamente, llamadas ‘rejoneos’. Este agotamiento es indispensable ya que en el tercer acto de las corridas portuguesas un grupo de ocho toreros a pie llamados ‘forcados’ intentarán inmovilizar al toro simplemente usando sus manos, lo que no conseguirían si el toro no estuviera ya totalmente agotado tanto por perseguir continuamente a los caballos como por la pérdida de sangre provocada por las numerosas banderillas que el torero a caballo ya le ha clavado.
Además, se puede decir que aunque se agota a los toros en el ruedo, éstos ya llegan estresados al pisar por primera vez la arena. Independientemente de los rumores a menudo mencionados por los críticos de la tauromaquia de diversos tipos de abusos que los toros reciben antes de una corrida (que puede que nunca ocurrieran, ocurrieran en el pasado pero ya no ocurran dada su ilegalidad, o aún tengan lugar en algunas casos) mi experiencia de ver a toros durante el transporte normal o en las áreas donde ellos esperan antes de que sean forzados uno tras otro a entrar en el ruedo, me hace concluir que ellos ya se sienten estresados. Esto no es de extrañar, especialmente si nos referimos a toros que vivían en una situación de relativa libertad de movimiento en las dehesas sin demasiado contacto humano, a los que de repente se les fuerza a pasar por una serie de situaciones totalmente nuevas, con mucha gente alrededor, que restringen claramente su libertad de una forma radical.
A veces, durante el trasporte se ata al toro por sus cuernos al techo del camión y es transportado así a la plaza. En esta situación durante bastante tiempo el toro no será capaz de moverse mucho, ni incluso para rascarse si lo necesita, y además de esta restricción física debemos añadir las altas temperaturas que se pueden registrar dentro de estos camiones durante un día soleado. Cualquier persona que haya visto toros en dehesas podrá recordar que se les ve a menudo descansando a la sombra, lo que indica que claramente son sensibles al exceso de temperatura, y lo tratan de evitar si pueden.
Por lo contrario, si no lo pueden evitar, y encima se les restringe su movimiento colocándolos en una ‘celda’ cerrada que de por sí se mueve mucho sin aviso, esto debe generar al animal mucho estrés. En el caso de las Course Landaise o Camargaise donde los toros y vacas no mueren durante el ‘espectáculo’, esta situación suele ocurrir dos veces, en la ida y la vuelta a la plaza, y a veces varias veces durante la vida del animal, añadiendo a las causas físicas del estrés otras psicológicas, en la forma de la ansiedad que provoca la anticipación de lo que va a pasar, ya que estos animales tienen buena memoria, característica no sólo de la mayoría de mamíferos sino especialmente de los sociales o de los que viven en manadas (ya que tienen que acordarse de quién es quién en su grupo).
Toro atado por los cuernos al techo de un camion, después de un Course Camarguaise
Por lo referente a las ‘celdas’ donde ponen a los toros a la espera de entrar al ruedo, a menudo se les ve comportándose como cuando una manada se encuentra en peligro. Si aún están juntos (ya que se les separa al final) se acercan unos a otros y se cubren sus espaldas el uno con el otro, mirando en todas las direcciones, y fijando constantemente sus ojos a cualquier fuente posible de peligro si la pueden identificar (lo que a menudo no pueden, lo que les genera más ansiedad). Los toros que son transportados a una plaza y colocados en este tipo de espacios estarán en este estado constante de alarma, incapaces de entender lo que les está pasando y, por tanto, sin saber cuál es la mejor respuesta que pueden escoger. El dolor también es usado a menudo como método para moverlos de un lugar a otro, en la forma de varas puntiagudas que se les clava cuando no responden a instrucciones verbales, y por tanto esto se añadirá a su estrés. Tampoco es de extrañar que cuando al final salen al ruedo sin la compañía de sus miembros de manada (ni ganaderos con los que quizás hayan desarrollado una relación relativamente amistosa) parezcan bravíos y excitados, ya que ésta es la reacción normal de un animal que ya está estresado y se encuentra de repente en medio de un ruedo con gente gritando por todas partes, y nada que puedan usar para protección.
Novillos esperando a ser llevados a una corrida en México
Ya en el ruedo, cuando al principio los toreros los empiezan a provocar con el capote o verbalmente, y luego en el caso de los estilos español y portugués, hiriéndolos con la puya (estilo español) o las banderillas (ambos estilos), el comportamiento del toro toma una de dos formas: el intento de escapar a la situación adversa o tratar de encararla si no parece haber una salida. Esta segunda es la más común.
Las plazas de toros son de hecho ‘ruedos’ (o 'círculos') para que el toro no pueda encontrar una esquina donde protegerse contra los ataques. También son circulares para que el toro, después de un par de vueltas, no pueda identificar donde está la entrada e intente escapar por donde salió. Sin embargo, en la desesperación, a veces  los animales intentan, y a veces con éxito, saltar por encima de las tablas para escaparse, como yo he presenciado y grabado varias veces en corridas al estilo francés (que a veces tienen lugar en plazas donde las tablas son un poco menos altas que en las plazas españolas). En estos casos se ve como es bastante difícil ‘convencer’ a la vaca o toro para que vuela al ruedo (probando así que reconocen que en el ruedo es donde está la situación adversa que tienen que evitar), y solo vuelven cuando se les fuerza con dolor (en la Camargue usan para este fin unas varas con tres puntas metálicas llamadas ‘tridentes’, las que se clavan repetidamente en los lomos de los animales).
Dado el diseño de las plazas, la respuesta más común no es intentar escapar sino darse la vuelta hacia el atacante y tratar de apartarlo con sus cuernos. Este es un comportamiento que puede ser visto en muchos herbívoros cuando están siendo cazados por depredadores naturales o gente. Por ejemplo, los ciervos cazados por cazadores que usan manadas de sabuesos, como en el caso de la práctica en Inglaterra de la caza de venado (ahora prohibida), se comportan huyendo durante horas, pero cuando ya están agotados y no pueden correr más (a menudo cerca de ríos para que se puedan refrescar al estar hiper-térmicos), los ciervos entonces se dan vuelta hacia los sabuesos y tratan de apartarlos con su cornamenta. A este fenómeno se le llama en inglés “stag at bay” (literalmente “ciervo macho mantenido a raya”) y es cuando el cazador humano se acerca y pega un tiro al venado. Los toros en corridas de toros responden, por lo tanto, como si ellos no tuvieran ninguna opción además de embestir, ya que todas las rutas de escape han sido cortadas y camufladas, y ellos ya están heridos, lo que provoca este comportamiento como ‘último recurso’. Su agotamiento ya no les permite escoger la huida como la respuesta más efectiva, y el dolor despierta su instinto de defenderse, de la misma manera que las mordeduras de los sabuesos (o lobos) despiertan este comportamiento en el ciervo que ya ha sido alcanzado por ellos. Por lo tanto, el comportamiento del toro es consecuente con lo que se podría describir en  inglés como “bull at bay”.
En otras palabras, la embestida del toro no debería ser interpretada como un ataque (y el término "combate" usado para describir la tauromaquia no es un nombre apropiado), sino como un modo de apartar a los atacantes (una forma de defensa), para evitar la situación adversa. En consecuencia, las embestidas de los toros en una plaza son en sí mismas otro ejemplo de indicador comportamental de sufrimiento.
Además del estrés, el agotamiento y ahora las heridas causadas por las armas, el toro finalmente afronta la espada del matador, que, más a menudo que no, inflige heridas internas terribles al toro que permanece vivo por un tiempo considerable. Entonces es cuando podemos ver varias expresiones faciales que cualquiera, etólogo o no, puede interpretar fácilmente como indicadores de sufrimiento severo.
Toro moribundo antes de ser apuntillado en una corrida en Andalucía
El comportamiento final del toro lo confirma aún más. Éste trata de andar hacia las tablas, donde debe estar la salida, como su última tentativa de escaparse, o por lo menos de cubrir su espalda después de tanto ataque y defensa en vano. A veces el toro se acerca despacio hacia un torero que no parece ser hostil en aquel momento (por ejemplo, uno que esté sentado en la base de las tablas), como si estuviera buscando ayuda, o quizás incluso piedad.
Toro agonizando acercándose a un torero temporalmente no-hostíl en una corrida en Sevilla
Los toros, animales por otra parte muy pacíficos que se pasan la mayor parte de su tiempo comiendo hierba, durmiendo y jugando el uno con el otro, son forzados a sufrir tales ordalías que no sólo les infligen un sufrimiento físico y psicológico serio, sino que también les obliga a comportarse de un modo que no se comportarían normalmente; o sea, embistiendo a otras criaturas para que los dejen en paz, dándoles la falsa reputación de ser 'bravos', reputación que cualquier otro herbívoro tendría si fuera sometido a las mismas circunstancias.
Rebaño de toros de lidia jugando en una dehesa Andaluza

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