En realidad, estos roedores que habitan en las tundras, taiga y praderas árticas, no se suicidan en masa como mucha gente cree.
La idea de suicidio parece que tiene su origen en el trabajo de algunos naturalistas del siglo XIX que presenciaron –aunque no comprendieron- el ciclo de explosión demográfica de cuatro años que suele tener lugar entre las poblaciones del lemming noruego. Los lemmings tienen una capacidad reproductiva fenomenal. Una hembra puede llegar a dar a luz a ochenta crías al año. Los escandinavos llegaron a creer que estos animalillos surgían espontáneamente creados por el propio clima.
Lo que realmente sucede es que inviernos suaves tienen como consecuencia superpoblación y, por lo tanto, falta de alimento. Los lemmings comienzan entonces a moverse a la búsqueda de pastos –se alimentan de hierba, raíces y frutos- hacia territorios que no conocen. Cuando surge un obstáculo natural, bien sean acantilados, ríos o la orilla del mar, los animalillos comienzan a amontonarse, incapaces de franquear la barrera pero imposibilitados para regresar porque sus congéneres siguen apelotonándose detrás. Aparece el pánico y la violencia, suceden accidentes… pero no es suicidio.
Existe otro mito relacionado con la idea del suicidio en masa: que fue inventado en

desde el siglo XIX.
0 comentarios:
Publicar un comentario